número 17 | noviembre 2018
Críticas
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Kinderbuch

Ana Seoane (UNA/UBA)

 

Dramaturgia y dirección: Diego Manso.

Elenco: Belén Blanco.

Diseño sonoro: Joaquín Segade.

Vestuario: Pablo Ramírez.

Diseño de imagen: Germán Gentile.

Diseño de luces: David Seiras.

Asistencia de dirección: Fernando Viñas.

Camarín de las Musas.

 

El título Kinderbuch significa en alemán “libro infantil” de alguna manera la nueva propuesta de Diego Manso parte de una infancia complicada para llegar a un presente con rasgos siniestros. Hace apenas dos años atrás sorprendía con Todas las cosas del mundo, con influencias esperpénticas que fue trasladada al escenario por Rubén Szuchmacher. Mucho antes había estrenado como dramaturgo 59/60, Cómo estar juntos, Nada te turbe, Nada te espante, Jalei, Eres mi noche de amor y Quiero estar sola. Desde el año 2004 se sucedieron sus estrenos, pero siempre había entregado su material a otros directores, reiterando nombres: Luciano Suardi y Javier Rodríguez Cano. Es ésta la primera vez que asume también la responsabilidad de trasladar su obra al escenario. Ya recorrió varios espacios, porque la primera presentación se hizo en una de las salas del Centro Cultural Néstor Kirchner, luego y ya este año pasó a “El extranjero” y ahora está en “El camarín de las Musas”. Cada ámbito con su particularidad y siempre en compañía de su única intérprete: Belén Blanco.

No figura en la ficha técnica ningún escenógrafo porque sólo suma unos muy pocos elementos y sí tiene la fuerza de un vestuario que lleva el sello de Pablo Ramírez.

Es el mismo autor quien desarrolla su tesis de trabajo. “Una región distópica. Las mujeres de los funcionarios matan el tiempo en la urbanización surtida de comodidades que se les ha destinado para protegerlas de la beligerancia exterior. Una de ellas, a punto de dar a luz, no encuentra allí otros alicientes más que un polígono de tiro, el tejido a croché, las canciones en el idioma de cierto abolengo o los libros de la infancia. Perforados sus días por las voces de un pasado y las interferencias de vecinas y empleados serviciales, decide entonces pasar de todo aquello y condenarse a la belleza. Pero, ¿cómo eso sin horror? Lee una carta, escribe otra. No hay destinatarios, sólo "un silencio que sigue a otro silencio". Kinderbuch reúne algunos motivos de Hedda Gabler, de Henrik Ibsen: correspondencia también en el sentido de simetría y aproximación. Mestizaje. Todo texto, se tiene por verdad, es otro texto. Portamos un sámpler en el cuerpo: somos acaso lo que nuestros muertos ya escribieron sobre nosotros”.

Es el mismo Manso quien anticipa la relación entre Hedda Gabler y su criatura, simplemente Ella. No sólo las unirá la misma pasión por las armas, sino también por ese maltrato casi siniestro, esa adicción a dañar al otro, casi como los gatos que juegan con los ratones antes de matarlos.

Este unipersonal al que él prefiere definirlo como “un melodrama” va desnudando el extraño placer de provocarle dolor al otro. En la misma línea psicológica de su hermana ibseniana, aquella aristocrática hija del capitán Gabler, quien también padecía de aburrimiento y esa sed de dañar al prójimo.

Manso como director se muestra seguro con los climas que quiere crear y lo hace mediante el uso de la iluminación diseñada por David Seiras y el trabajo con su única actriz, Belén Blanco. La presencia escénica que ella tiene y su fuerza interpretativa consiguen que sólo sobre sus hombres se construya esta historia. Matices que despliega en esta hora donde pasa del cansancio a la ira, del desprecio hasta cierta locura. Es como si ninguna forma del mal le fuera ajena y Blanco le entrega pasión a cada secuencia. No juzga a su protagonista, la encarna y esto hace que la credibilidad escénica sea total. El público es puesto en el lugar de voyeur. Y será difícil salir indiferente.