Las lágrimas de los animales marinos, de Toto Castiñeiras
Liliana B. López (UNA)
Texto: Toto Castiñeiras
Actúan: Chacha Alvarado, Guillermo Angelelli, Gregorio Barrios, Gonzalo Carmona, Payuca, Ignacio Torres
Intérpretes: Boris Bakst, Oliver Carl, Rocío García Loza, Lucía Gómez, Julieta Laso, Lucio Mantel, Marcelo David Martínez, Maximiliano Más, Damián Pleitto Castillo, Ezequiel Posse, Julieta Raponi, Consuelo Rodriguez Fierro, Jorge Thefs
Diseño de vestuario: Daniela Taiana
Diseño de escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez
Músico en escena: Lucía Gómez, Julieta Laso, Lucio Mantel, Maximiliano Más
Diseño de iluminación: Alejandro Le Roux
Asistencia de escenografía: Agustin Justo Yoshimoto
Asistencia de iluminación: Damian Monzon
Asistencia de vestuario: Villeke
Asistencia de dirección: Vanesa Campanini, Esteban de Sandi Sansiviero
Productor del TNC: Romina Ciera, Sofhi García J, Lucía Quintana
Colaboración artística: Leonela Petrizzo
Coreografía: Luciana Acuña
Puesta en escena: Toto Castiñeiras
Dirección: Toto Castiñeiras
Composición Musical: Lucio Mantel
Las lágrimas de los animales marinos es una gran producción del Teatro Cervantes que inscribe el teatro en la poética del musical en sentido amplio. Con un imponente despliegue escenográfico, con montajes y desmontajes de los diferentes espacios a la vista, conecta la vida de una pequeña comunidad con la orilla del mar.
Siguiendo las características del género musical, presenta una fábula mínima, lo que equilibra la distribución de los códigos de la escena: el código sonoro está a la par del sorprendente impacto visual. Lucio Mantel, el compositor también presente en la escena, concibió la creación en tres instancias: la música incidental, las canciones y la sonorización en sincro con la acción[1]. La presencia de los músicos y cantantes, entre ellos Julieta Laso, la utilización de instrumentos no convencionales y la armonización con la totalidad de la escena creó un clima de continuidad envolvente. Precisamente, la repetición de situaciones y diálogos, junto al leit-motiv musical con ecos de Tristán e Isolda, de Richard Wagner, acentuaron el clima melancólico propio de la ópera romántica.
La correlación que se establece entre la fauna marina y los humanos que conviven en una relación de cercanía crea el efecto de los cuerpos que pueden confundirse –un lobo marino o un hombre– tanto como sus lágrimas en el medio líquido, hasta ser indistinguibles. El devenir del personaje interpretado por Guillermo Angelelli ya sea como medusa en la danza o como lobo marino en su destino final deviene animal en una relación de acercamiento al espacio liso del mar frente al espacio estriado de las relaciones humanas –de amistad o de amor– que fracasan por su ostracismo.
Armonía y belleza no exenta de melancolía son algunos de los efectos de una producción espectacular pergeñada por Toto Castiñeiras que la hacen digna del más importante teatro nacional.
NOTA