El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la Reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer
Julia Elena Sagaseta (UBA)
Autor: Christopher Marlowe. Versión escénica: Carlos Gamerro, Alejandro Tantanian, Oria Puppo.
Dirección: Alejandro Tantanian.
Intérpretes: Agustín Pardella, Sofía Gala Castiglione, Patricio Aramburu, Eddy García, Luciano Suardi, Santiago Pedrero, Gabo Correa, Lalo Rotaveria, Sergio Mayorquín, Francisco Bertín, Matías Marshall, Belisario Sánchez Dansey, Byron Barbieri, Martín Antuña y Esteban Pucheta.
Vestuario: Oria Puppo.
Escenografía: Oria Puppo.
Iluminación: Sol Lopatín, Magdalena Ripa Alsina.
Música: Axel Krygier.
Coreografía: Josefina Gorostiza.
Sala: Teatro San Martín
Esta versión de la obra de Marlowe es la primera puesta en nuestro país y sin embargo ha habido varios acercamientos a la misma. En 1984 se la conoce –en la versión que realizó Bertold Brecht en 1924 que tituló El rey Eduardo II– con el grupo del Centro Dramático Nacional de España y el protagónico de Alfredo Alcón, en el papel de Gaveston un joven Antonio Banderas. La versión de Brecht no es la propuesta queer de Tantanián (y de Marlowe): le interesa más mostrar una tragedia desde el distanciamiento tal como ve el teatro. En 1991, se conoce la película gay de Derek Jarman, Eduardo II, en que cruza la tragedia con elementos contemporáneos y produce críticas al thatcherismo. En 1998, Alberto Ure, un importante director, muy creativo y rupturista, prepara una puesta de Eduardo II que denomina El rey puto. La estrenar en el teatro Alvear y poco antes de la fecha sufre un accidente cerebrovascular que le imposibilita toda actividad.
Hay que esperar a 2024 para conocer la obra y disfrutar la puesta de Tantanian. El texto lo traduce Carlos Gamerro y la adaptación la realizan Gamerro y Tantanian en un lenguaje porteño con toques coloquiales. Como ha señalado Tantanian en una entrevista, no han respetado íntegramente lo escrito por Marlowe. Han agregado textos de otros autores isabelinos: en primer lugar, Shakespeare (hay partes de sus sonetos y de Macbeth y Enrique IV). Han incorporado también algunos fragmentos de la obra del período jacobino La duquesa de Malfi, de John Webster, una obra en que imperan el deseo y la venganza. Todo esto les permite salir de la quietud y rigidez de muchas puestas de los clásicos isabelinos: van hacia lo contemporáneo, juegan con ideas que tienen que ver con el mundo actual, le dan importancia a lo que se refiere a lo queer y a las referencias de las disidencias.
El título que eligen es una síntesis de las distintas partes de la obra. Marlowe también había elegido un largo título (El problemático reinado y la lamentable muerte de Eduardo II, rey de Inglaterra, y la trágica caída del orgulloso Mortimer) que daba idea de los hechos más importantes. Gamerro, Tantanian y Oria Puppo, los tres autores de esta puesta, señalan todos los ejes que va creando la tragedia, dando un lugar a la zona queer de la obra, a las intrigas de los cortesanos, en particular, las de reina y las de su amante, el intrigante Mortimer.
El triángulo de autores completa la idea de la textualidad con la sorprendente escenografía presentada en un espacio al descubierto, sin ningún límite y con el vestuario vistoso que juega con las épocas ambos de Oria Puppo. El escenario de la Martín Coronado se presenta en toda su amplitud. Sorprende al entrar a la sala encontrar ese enorme lugar que permitirá que las acciones se desplacen sin interrupciones, con columnas que suben y bajan y una pantalla en la parte superior donde se proyectan videos que muestran primeros planos. El vestuario pone la nota de originalidad formal y de color. Juega con estilos, épocas, mezclas, en relación con las búsquedas que trata el texto. También la música resulta un lenguaje importante en la relación entre lo clásico y lo contemporáneo: vincula estilos, momentos de intensa dramaticidad en las situaciones de venganza o de voluble divertimento en los momentos de placer de la primera parte cuando Eduardo se encuentra con su amante Gaveston.
La coreografía también relata cumpliendo su lugar entre los lenguajes de la puesta. Así acompaña los desfiles fúnebres (del padre de Eduardo y luego del propio Eduardo II destruido por las torturas de los nobles enemigos) o permite un disfrute de la alegría y el placer en un tono carnavalesco cuando reina Eduardo y Gaveston sube en su lugar social. Pero, sin duda, la actuación completa de manera cabal la historia trágica. Hay una cuidadosa elección y seguimiento del trabajo que realizan los actores (destaco la labor de Eddy García como Gaveston) tanto en la transmisión del texto como en el trabajo físico.
En una entrevista, Tantanian define la obra como una “tragedia de la identidad” que lleva a los “crímenes de odio”. Eduardo y Gaveston apenas pueden seguir sus deseos, ser lo que quieren y son prontamente martirizados y muertos, víctimas de un odio que sus cortesanos y la reina no pueden apartar.
Sin duda, Marlowe merecía que por fin lo conociéramos en escena. Es un regalo que podamos contar con una obra de semejante calidad.